CÁRCEL DE CARABANCHEL




Cuando el pasado viernes 24 de octubre, solamente un día después del inicio oficial de las obras de demolición de la cárcel de Carabanchel, a las 21:00 horas aproximadamente y ya noche cerrada, los operarios de las máquinas encargadas de la demolición se dirigieron directamente a dañar irreparablemente el edificio más emblemático del conjunto, la cúpula central, nos quedamos perplejos e indignados.

¿Cómo era posible que en un país democrático –o así entendíamos algunos que era el nuestro- se pudiera ordenar la urgente desaparición de un edificio tan singular, despreciando la discusión que, en ese momento, estaba candente en la ciudadanía?
¿Quién dio la orden de, saltándose la secuencia lógica del proceso de derribo estipulada en el Proyecto de Demolición correspondiente, acabar lo antes posible con el motivo de la discusión?
¿Es admisible, en una sociedad civilizada, gobernar considerando correcto el axioma de que «muerto el perro, se acabó la rabia»?

¿Por qué, después de la demolición parcial, pero ya definitiva, que continuó el día siguiente, no se volvió a intervenir en la cúpula hasta pasados quince días –el lunes 10 de noviembre-? Es decir, una vez producido el daño irreversible, ya no era perentorio continuar su destrucción.
Alguien se debió sentir satisfecho, lo había conseguido, se acabó el debate.



DESPOTISMO.Ahora ya está claro el motivo: Hoy, día 18 de noviembre, el Presidente del Gobierno, don José Luís Rodríguez Zapatero, acompañará a los Reyes de España en la inauguración de la remodelación de la Sala XX de la Sede de la O.N.U. en Ginebra (Suiza).Su presencia allí, junto a otras notables personalidades, culminará el esfuerzo de nuestro país en la rehabilitación de las dependencias de dicho Organismo. Ese esfuerzo se ha materializado en la aportación, a través de la Fundación ONUART, de ocho millones de euros de dinero público, destinados a la recuperación de ese auditorio y a la decoración por un reconocido artista de la cúpula que lo cubre.No entramos a opinar sobre la calidad de la obra de arte creada; ni siquiera si el resultado justifica el precio pagado. Lo que sí queremos destacar es la similitud de superficies y volúmenes de las cúpulas de Ginebra y Madrid:- 1.400 metros cuadrados de superficie con culminación a 14 metros de altura en el caso de Ginebra (mayor superficie)- 1.100 metros cuadrados de superficie con culminación a 25 metros de altura en el caso de Carabanchel (mayor volumen)Y lo que nos enfurece es el doble rasero con el que nuestro Gobierno ha actuado en esos dos edificios tan similares: destruyendo uno y creando valor en el otro. Es decir, mientras en barrios populares de Madrid se nos priva de nuestra arquitectura más simbólica para especular con el solar resultante, se costea íntegramente la creación de un atractivo espacio en otro país en absoluto subdesarrollado.


¿Considera el Gobierno de España más necesitados de Fondos de Ayuda al Desarrollo la ciudad de Ginebra o los Distritos de Carabanchel y Latina? ¿TALANTE?

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