SALUD MENTAL EN LEGANÉS

¿Qué relación guarda la destitución del equipo responsable del Área 9 de Salud Mental con la persecución y destitución del equipo del Dr. Luís Montes del Severo Ochoa?


No me refiero al hecho de que el gerente y el consejero hayan aprovechado las circunstancias del sobreseimiento de la causa contra los médicos inculpados del Severo Ochoa y el consiguiente revuelo suscitado para, de manera esquiva y precipitada, poner en marcha el desmantelamiento del equipo de Salud Mental. Sin embargo, creo que algo más liga ambos actos de barbarie. Se dirá que ese algo es obvio: el ataque a la Sanidad Pública.

Pero, ¿por qué tanto interés en desmantelar la Sanidad Pública? Si pudiéramos responder a esta pregunta, sería más fácil explica el porqué ese ataque se orienta con tanta virulencia contra la Unidad de Cuidados Paliativos del Severo Ochoa y contra el Instituto Psiquiátrico José Germain de Leganés.

Ambos tienen en común el ser baluartes de una Sanidad Pública resistente. Quiero decir que ambos se han caracterizado por tratar a sus pacientes aprovechando al máximo los recursos de que disponían, sin negarse nunca ni en ningún caso a la asistencia. Los jóvenes médicos que han pasado por esos servicios, con esos equipos de coordinación, han adquirido en la mayoría de los casos un estilo, una manera de ejercer su práctica que se caracteriza por la dedicación, la compasión y la generosidad, características inherentes a la Sanidad Pública.

Ambos servicios tienen en común otro aspecto, y es que la subjetividad del paciente está en primer plano, sea el moribundo y su agonía, sea el enfermo mental y su extravío psíquico. En ambos casos se trata de una práctica que no se puede ejercer sin compasión. Cierto es que en este terreno la Iglesia siempre ha pretendido mostrarse superior.
Ellos, los del traje talar, serían los expertos de las turbaciones del alma y a fin de cuentas los amos del tránsito último del hombre. Que el tratamiento del alma y de la muerte se secularizara, nunca dejó de molestar a la hipocresía clerical que, lejos de la compasión, lo único que propone es el “juicio final”, con lo que de terrible tiene el temor a la condena eterna, precisamente a la hora de aliviar el dolor del moribundo o la angustia del extraviado psíquico.

Nunca, por más que se quiera ocultar, ha dejado de resonar la condena moral en el campo de la enfermedad psíquica.(...)

En el ámbito de la Salud Mental, el coste del desmantelamiento de la Sanidad Pública tiene una primera expresión de barbarie: veremos al enfermo mental desamparado, de nuevo devuelto a su anonimato manicomial.
Al desaparecer los equipos de Salud Mental que han creado un espacio de asistencia, discutible o no, mejorable o no, pero que constituía un espacio de referencia del enfermo mental, al desaparecer esos equipos, el enfermo mental volverá a la terrible y cruel caminata del anonimato entre profesionales desconocidos y desconectados entre ellos mismos.

Uno será el del ingreso, otro el del ambulatorio, en otro ámbito estará la asistencia social que quede, y ese enfermo será un fantasma sometido de nuevo al desconocimiento y a la crueldad de un sistema que únicamente tiene como objetivo su reproducción como poder actuante inaccesible al cuestionamiento.

Muchos médicos se acomodan, al abrigo de sus antiguos privilegios. Ignoran que cuando su amo sea, por ejemplo, una constructora, perderán no sólo su autonomía (de tratamiento y de exploración) sino también sus privilegios.

Mientras todo eso sucede, las primeras páginas de los periódicos llevan días dedicadas a las rencillas entre Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre. ¡Muy divertido¡ Quienes coquetean con el P.P. y le ríen sus gracias, deberían empezar a entender que esto no es una broma.

Artículo de opinión del psiquiatra y ensayista Francisco Pereña
Fundación Sindical de Estudios

FUENTE: www.comfia.info

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