Las reducciones en la Sanidad y el copago
La sanidad mete el bisturí sin anestesia
Las reducciones de personal obligan a cerrar quirófanos y suprimir servicios - Los responsables sanitarios retrasan los pagos a sus proveedores hasta 300 días
EMILIO DE BENITO -
Madrid - 31/10/2010
Prestación sanitaria y crisis son dos términos que siempre han ido de la mano.
Pero la necesidad de los gestores sanitarios de ahorrar tiene un inconveniente: como hacía el Lazarillo de Tormes cuando roía los panes que el clérigo tenía guardados en un arcón, se trata de recortar poco a poco para que los usuarios no lo noten. Porque la atención de los hospitales es para los dirigentes autonómicos el buque insignia de su gestión. Y hay que hacer las economías sin que los pacientes se quejen. Pero el déficit de los sistemas sanitarios, que se calcula que supera ya los 11.000 millones de euros, no deja mucho margen de maniobra.
El ejemplo más llamativo de los riesgos del exceso de celo es lo que sucedió en verano en el Hospital La Paz, de Madrid. En agosto suprimió la merienda de los pacientes -un vaso de leche y unas galletas-, y las protestas hicieron que en dos semanas se volviera a dar. Otros hospitales de la misma comunidad, como el Gregorio Marañón, hace ya más de cuatro años que no dan merienda, pero los tiempos han cambiado, y el tentempié de la Paz tuvo que ser recuperado. Quizá, porque como reconocían la semana pasada fuentes de la Consejería de Sanidad madrileña, "el problema no fue que se quisiera ahorrar con la merienda, sino que se había recortado tanto en personal que no había auxiliares para repartirla".
Pero el cuidado que se tiene para no incomodar a los pacientes, no se tiene con el personal, capítulo al que la crisis lleva claramente la tijera. Es el caso de Cataluña, donde el 70% de la actividad se realiza en centros concertados. En la mayoría de los casos los gerentes de los centros han optado por fórmulas de manual: no cubrir vacantes ni sustituciones de personal laboral y jubilaciones, supresión de dietas y gastos de representación, etcétera.
Sin embargo, en otros centros estas medidas se han demostrado calderilla y han tenido que cerrar plantas, recortado servicios y clausurado quirófanos. Por ejemplo, el hospital Arnau de Vilanova, que gestiona el Instituto Catalán de la Salud, ha cerrado seis camas de la unidad de cuidados intensivos y otras tantas en nefrología. La clínica Plató de Barcelona ha clausurado 20 camas de cirugía y el hospital Sant Camil de Sant Pere de Ribes otras 13 de cardiología. El hospital de Berga también ha suspendido una planta entera de cirugía y ha recortado un 40% la actividad de uno de los quirófanos. Todas estas medidas se aplicarán al menos hasta diciembre.
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